Estamos acostumbrados a las historias de fantasmas. Algunos creen esas historias, otras personas no lo creen hasta que lo experimentan por su propia cuenta. Pero hay historias, que independientemente a que sean verdad o mentira, son muy oscuras y tristes.
Esta es la historia de Tomás, un niño de apenas 10 años. Él es un niño bastante peculiar, ya que es muy independiente para su corta edad, aunque esto no sea debido a su personalidad, sino a que sus padres trabajan todo el día, y su niñera, una vecina de 17 años, lo acompaña hasta que alguno de sus padres lleguen a casa. Su niñera, por supuesto, no pasa las horas en la casa de Tomás jugando o hablando con él, sino que en el niño ve una tarea muy fácil por la cuál le pagan lo justo además de un nido de wi-fi gratis.
Tomás no tiene hermanos ni hermanas. Sus padres, de apenas 30 años, realmente nunca pensaron en el hecho de tener hijos y ser una familia, él fue una sorpresa. Por eso, tuvieron que trabajar mucho y ahorrar para conseguir su propio apartamento, en La Ceiba, al norte de Honduras. Fue duro para ellos alejarse de la familia en Tegucigalpa, apenas llevan desde comienzos de año ahí, aunque no debería de ser un cambio abrupto para Tomás, ya que apenas llevaba dos años en su antigua escuela.
Tal vez en la escuela nueva Tomás puede encontrar el lugar donde pueda socializar y jugar con otros niños, pensarán, pero los niños del grupo de tercer grado vieron a Tomás como un niño raro, nunca habla y parece aburrido. Ni siquiera lo molestan, problemática por la que pasan muchísimos niños en las escuelas, simplemente los compañeros de Tomás lo ignoran completamente, como si no existiera. Como si fuera la primera vez que eso le pasa al niño..
Han pasado tres meses desde que Tomás y su familia se mudaron a La Ceiba, y su vida parece no cambiar mucho. En casa, sus padres llegan hasta tarde cada día, y los fines de semana están muy cansados como para salir o jugar con él. Su niñera es una adolescente, con costos se molesta en ver qué hace Tomás una vez a la hora hasta que lleguen sus padres. Sus compañeros de escuela lo ignoran completamente. Por lo menos así fue hasta que Tomás conoció a Julián, un niño que conoció en la escuela.
Julián es un niño un año menor que Tomás, se conocieron cuando la profesora de Tomás lo obligó a salir del aula en los recreos, cerca del comedor. Julián también era un niño solitario, tal vez fue por eso que se atrevió a hablarle a Tomás. Su amistad no duró mucho en florecer, ambos fueron la primer amistad fuerte de cada uno, corrían por toda la escuela y jugaban entre ellos. Al final de cada recreo, Tomás regresaba a su aula y Julián debía hacer lo mismo, pensaba él, aunque nunca lo vio entrar o salir de algún aula, sino que siempre se veían a un costado del comedor estudiantil.
La vida de Tomás seguía siendo igual de solitaria fuera de la escuela, pero al menos en ésta, el encuentra a Julián y al fin puede jugar y chistar. Pasan las semanas, y la profesora del tercer grado grupo B, la señora Rivera, nota que Tomás se comporta un poco distinto, se le ve más emocionado a que lleguen los recreos, aunque en clase no parece hablarle a nadie, por lo que decide vigilar qué hace el niño durante los recreos. Lo que vió la profesora Rivera fue algo sin duda extraño.